He vivido tanto y tan intensamente que jamás imaginé sentirme abrumada por la soledad. Me quedan solo cicatrices y perlas de aquellos tiempos. Las perlas son mis hijos Micaela y Emiliano, mis ángeles, Lautaro y Augusto; mis raíces, el recuerdo permanente de mi madre y la historia casi mítica de mi padre, mi infancia y adolescencia en el sur, los buenos vínculos que a través del tiempo logré establecer y mantener, los afectos, el amor. Dulces recuerdos.
Las cicatrices, las del cuerpo, me dicen que he dado vida; las del alma…, esas duelen, no terminan de cerrar, supuran dolor. Lejos de enseñarme, me obligaban a examinarme interiormente día tras día. Hoy tengo miedo.
La psicología transpersonal lo compara con aquel miedo que hace que la cría del canguro se esconda en la marsupia de su madre hasta que ella contrae los músculos impidiéndole que vuelva a entrar, como indicándole que llegó la hora de enfrentar la vida.
Me he refugiado en distintas marsupias durante toda mi vida y ahora sé que tengo que caminar el trayecto final en soledad, ya no hay asilo, ya no hay refugios.
Debo buscar dentro de mí, mi propia vida o lo que queda de ella, esa, que a pesar de todo, quiere ser vivida.
Debo buscar dentro de mí, mi propia vida o lo que queda de ella, esa, que a pesar de todo, quiere ser vivida.
Encontrarla es un desafío, implica renunciar a toda marsupia: (esos refugios que se imponen socialmente como pautas de vida). “Desde lo incierto nace lo nuevo”
Me di cuenta que el mapa está dentro de uno, no en el refugio de nada ni de nadie. Hay que mirarse hacia adentro y buscar la persona que realmente hay en el interior de cada uno y no la que los demás esperan que sea.
He sido hija, amiga, esposa, madre y en la curva de mi vida logró ser mujer.
La vida me llamó “mamá” y un amor tardío me llamó Su Ángel, y por estos dias escuché un “abuela” tímido y dulce; son los rótulos que mas amo y con ellos me quedaré hasta el final.
Me veo parada en el andén de la última estación de mi vida y siento que tal vez viajé en el tren equivocado; Busco la manera de desandar el camino; me acomodó en el único banco de esta estación desierta, cierro los ojos, y me adentró en lo mas profundo de mi alma, recorro el corazón e inició el viaje interior tratando de recordar o quizá, tratando de encontrar mis viejas marsupias.
1 comentario:
Amiga S.G.: Alguien dijo que siempre, aun cuando estamos con otros, somos soledades que se acompañan. Solos llegamos al mundo, y generalmente solos nos vamos. La soledad no es otra cosa que un paisaje exterior. Es importante cabalgar uno-junto-a-sí-mismo. Los indoarios decían que siempre, para librar la "gran guerra" (la guerra interior por la conquista del Ser) se emplea el carro, con un conductor y un guerrero. El conductor y el guerrero están dentro de nosotros mismos, son ambos nosotros mismos; no una dualidad sino una identidad completa, y debemos procurar que se encuentren y se reconozcan.
Un abrazo. Un hermoso blog el suyo. Ya lo puse en mi lista.
Occam
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